jueves, 30 de noviembre de 2006

bloqueo



No tengo ganas de escribir,
la pluma enmudeció en el infinito,
se seca la tinta, comienza a morir
la poesía en un rincón, perdí ese instinto.

Cadáveres de versos apilados
entre frías piedras desterradas
al tormento del olvido,
vacilan melodías inacabadas.

Podría olvidar en éste invierno,
el encapotado cielo del silencio
y gritar en cada verso que me interno
en un helado y oscuro solsticio.

Olvido mi amor por las palabras
plasmadas en un papel, se mueren.

domingo, 26 de noviembre de 2006

el día que el ángel salvó a la niña de las pesadillas


Paralela a ella, está la realidad durmiendo tapada hasta el cuello, y susurrándole sus pensamientos más morbosos al oído, ella duerme, cierra los ojos en éste acto, y establece en su conciencia que sí lo hace así durante ocho horas, se asegura un buen descanso, sin interrupciones, sin tanta complicación. No se puede, la sangre rebalsa una vez más el cántaro de agua, que vomita sus peripecias en el centro de su alma, el cántaro se rompe, y desbordan las astillas y la sangre el lugar, ensuciándolo todo. A lo lejos un rosal marchito, se presenta entre simbólico y cansado de esperar. Estirados sobre una mesa los papeles, que en blanco, esperan que comience la carrera de las lágrimas y las palabras, el tintero babea lujurioso, aunque sabe que nadie vendrá por él. La realidad le acaricia el pelo, enmarañado y algo transpirado por la agitación, y así comienza nuevamente la misma historia, desaparece todo vaticinando al demonio, que a paso firme llega imponiéndose como quien es dueño y señor de esos párpados, juega nuevamente a abrir heridas con su lengua bípeda y su alma sucia; aúllan a lo lejos los personajes más siniestros de los libros, corriendo entre las sombras como si fuesen a dar su golpe final, la niña tiembla y se detiene, se queda allí en una inmensa oscuridad fría, escuchando el alboroto a lo lejos, con sus pies descalzos sobre la piedra del piso, húmedo aún por la sangre que brotó a borbotones, mira hacia arriba con la esperanza de que no esté, y allí está, firme y sonriendo con su costal de recuerdos que hieden, vil demonio que no se aleja, y ella retrocede un paso atrás, hacia allá están las criaturas salvajes y peligrosas que aúllan, y hacia delante ese demonio que, expectante, se llena de excitación viendo que una vez más vencerá, la niña cae a un pozo, cae a un pozo la niña, el pozo traga a la niña, un pozo blanco y lleno de luz, despierta agitada, vuelve a dormir, un ángel la besa.

Infinitamente


Infinito, quién pudiese describirte, espacio eterno, sin tiempo, sin fronteras, sin nada y con todo. Infinito lejano, cercano, juguetón, asesino, insulso, monótono, ajeno, cobarde soberano del todo y la nada. Salpicado de besos infinito, de infinitos te quieros; luz infinita, infinidad de tiempos, cubriendo el todo y el hoy, el mañana y el ayer, infinitos pensamientos; en el infinito espero verte, estoy ahora en el infinito, partió ayer hacia el infinito, corrupto infinito que plagias mis instantes, dulce infinito que eres el único lugar donde puedo abrazarlo, infinitos corceles del sueño, infinitas alas rotas, infinitas nubes soberbias, luna infinita como el beso que te regalo hoy, infinidad de gracias, infinito tiempo para curar heridas, indescriptible infinito, quién pudiese describirte.

sábado, 25 de noviembre de 2006


Se impacientaba estirando sus manos hacia el cielo, saboreando en un instante de vulnerabilidad todo lo que había creído perder un día, todo lo que aún nunca había tenido cerca, pero que ella había renunciado a alcanzar hace mucho. Se rompían las olas contra las rocas en el furioso Atlántico, se rompían bramando, agotando sus recursos de aguas océanicas, transportando besos, transportando caricias, en cada ave, en cada pez, en cada grano de arena, estaban sus mensajes, estaban sus caricias, llegando desde un lado al otro de ese inmenso charco de agua, que nada era para ellos. Todavía no había mirado ningún horizonte, había tenido esa suerte, quizá el destino charlando con la cordura decidió que no era lo que sería mejor para ella, porque es tan loco su amor, que querrá correr hacia él, querra correr hacia su amor, querrá atravesar el horizonte de un salto y un soplido. Por eso pusieron a su servicio a todas las gotas de agua, a todos los seres del mar. Y en cada sirena, en cada pez, en cada gaviota, en cada ola, estaba su amor extendiéndo un brazo para acariciarlos, estaban ellos en cada pedacito de océano, buscándose, arropándose con agua salada, estallando de paz, infiltrándose en cada rincón del universo para decirse te amo. No perdieron demasiado tiempo en ésta vida, decía en voz alta la locura, y es que se extrañaban mucho, y es que se buscaron desesperadamente, como sucede siempre, pero ésta vez, quizás la práctica, quizás la inmensa necesidad de un amor sin ataduras, de uno verdadero, los guió como un mapa, los guió como una brújula en la inmensidad del tiempo y del espacio, los guió su espíritu, y su amor.

Ahí viene otra vez, ahí viene de nuevo, ésta vez es mi turno, pero ésta sensación en la espalda, que me frena, es madera, estoy acorralada, les dolió, me dolerá, donde está mi madre, ¿qué es eso? ¿qué acercas a mi? dolor, dolor, dolor, dolor, piedad! por favor! quema, arde, mi cuero se quema, eso que deja, es una imágen en mi, duele aún... me separan de ellos, el campo con mi madre no es aquí, ¿a donde me llevan? asfalta, otros vehículos, algunos humanos que me miran tristes, otros me ignoran; no puedo moverme, me pica, tengo miedo, al fin nos dejan bajar, cuánto alimento, puedo caminar ahora, camino entre las cercas, me permiten este pedacito de mundo solamente, comienzo a crecer, ese dolor, ¿que es ese dolor? una cría, mi cría, una parte de mi ciclo se completa! ¿a donde lo llevan? no se lo lleven!; impotencia, dolor, mastico, bebo, mastico, bebo, camino, me ignoran, deseo a mi cría, ¿dónde estará?; ahí vienen de nuevo, me empujan, me suben al camión, otra vez ese vago recuerdo de el viaje anterior, tengo miedo, miedo de que duela de nuevo, el remate de mis padres, duele el recuerdo, otra vez el negro y blanco del camino bajo el camión, me duele, no puedo moverme, estoy cansada, duele, miedo, tengo miedo, hay olor a muerte, tengo pánico, presiento dolor, este lugar no tiene alimento ¿a donde me llevan? ¿por qué me golpean? ¿por que nos empujan así? no deseo entrar, hay olor a muerte, flota muerte en éste espacio, me obligan, duele, mis patas duelen, duele el frío, estoy cansada, no me golpeen, estoy viva, mi cuello, golpes, golpes en mi cabeza, sobrevivir, obedezco mi instinto, sobrevivir, tengo esa grandeza, sobrevivir, debo lograr sobrevivir, duele, un dolor agudo cubre mis patas, me están abriendo viva, estoy viva, por favor, no puedo explicarte, no me entiendes, me ves, me abres viva! dolor agudo que me desgarra el abdomen, no puedo evitarlo, estoy colgada cabeza abajo, siento el cuello colgar, las patas duelen mucho, el abdomen duele, duele, comienzo a sentir sabor a sangre en mi boca, la sangre sale por ella y la cubre desde afuera, solo sangre veo, mis pupilas cubiertas con la sangre de mi abdomen, siguen ultrajándome, sigue doliendo, sobrevivir, ese es mi instinto, los oigo sufrir también, sufren también, tengo frío, comienza a congelarme este dolor, los escucho, el mismo proceso con ellos, me pesa el cerebro, dolor, sueño, tengo sueño, no puedo ver, recuerdo el verde bajo mis patas, veo a mi madre, me duele, duele, sufro, sufro dolor, siento dolor, vivo dolor, sueño, eternidad, injusticia, asesinato, asesinato, matanza, dolor, egoísmo humano.

El día del sol y la luna


Conmemorando el día del sol y la luna, vino el Tiempo a dar las 9 y media, y quiso organizar una cena a donde asistir vestido de gala, junto al Océano y la Distancia; querían todos bailar el tango de lo que llega a destiempo, de lo que se ilumina virgen en la tenue nebulosa de la bruma. Dos almas vibraron en el sonido y el espacio, y se vieron ajenas a ellos, se olvidaron de su existencia, se dejaron llevar, hacer y decir, sin más que un canal, el del silencio que lo cubre todo. El silencio cubre todo como la lluvia, como la tormenta eléctrica de aquel día, que aunque nunca te dije, fue en ese momento cuando supe que no podría separarme jamás de ti.
Y la fiesta del eclipse comenzó, el Tiempo tomó a la Distancia de la cintura y comenzó su milonga, su bandoneón personal sonaba lejos, pero tan cerca que podía rodearlos con la melodía de la suave canción agónica que lamentaba que ellos dos se comprendan tanto. La canción que quería separarlos, eliminar a alguno de ellos al menos, pero firmes, seguían bailando ese tango, se quedaban en los pasos y volvían a comenzar, sólo bailando, y dejando viruta en la pista, bajo la tenue luz de las 3 de la madrugada, quizás dos menos cuarto. El océano se quedaba mirando, porque el océano disfrutaba observar estos bailes, se revolvía en una marea suave, y digería al sol en su interior, mientras la luna decoraba la escena, esperando que su amante no despierte con tanto alboroto, decidida a velar por esos ojos cerrados, a no permitir que los bailarines agiten su sueño con la sexy bravura de su tango reluciente de unión, y a la vez, tan ajeno al océano, tan unido al océano que se hacían agua para él.
Se abre la puerta y entra la niña, avanza hasta el océano y le toma la mano; el océano la observa inmune a su mirada desesperada:- ¿qué deseas?.- preguntó. Ella respondió seca:- por favor, desaparece. Y entonces la Distancia detuvo su danza, comenzó a reír a carcajadas. El tiempo siguió bailando sólo. La dama llena de tango se acercó a la pequeña:- ¿cómo se te ocurre pedirle que desaparezca? Él no tiene el poder de hacer eso, él sólo ocupa un espacio, y ese espacio está en mi reinado, yo no permitiré que el océano abandone su puesto. La niña la miraba pensativa, al fin dijo:- entonces por favor desaparezca usted. El acordeón enmudeció, mientras observaba cuan iracunda estaba la distancia, que a su vez, trataba de ser comprensiva:- ¿y por qué quieres que me vaya? Dime. Entonces la niña, con su vestidito verde y descalza, le mostró a la luna, señalando con un dedo, y le dijo:- porque necesito ir allí a plantar un girasol de la mano de un ángel, y éste océano me estorba el paso hacia él, y tú no dejas que lo quite del medio, mi ángel espera y nos pesa que tú existas. No quiero esperar más. Entonces el tiempo, dijo:- imposible. La distancia lo miró callada. El tiempo no decía mucho, pero cuando hablaba, el silencio reinaba, porque el tiempo era sabio, y decía cosas ciertas. La niñita se enojó mucho, tomó un banco y se paró en él, para mirar al tiempo a la cara mientras a su vez lloraba un poco por la impotencia que sentía, luego preguntó:- ¿imposible por qué?. El tiempo le secó una lágrima, y le dijo:- ¿ves esto? Es un pedacito de agua salada, que eventualmente será parte de él, mientras miraba al océano. Si la distancia no existiera, tu llorarías un océano, y si yo no existiera, tú no podrías haber tomado un momento de la eternidad para compartir con tu ángel. Esperar es muchas veces la respuesta a aquello que creemos que debe ser instantáneo, y que ergo, tarda en llegar. En realidad pequeña, tu ángel y tú, se han buscado durante largo tiempo, yo recuerdo como con tus lágrimas humedecías mi barba sin entender por qué no aparecía, siempre que te acerques a la meta, el camino restante se ve más largo, porque la sientes acariciar la punta de tus dedos, pero sin distancia, no lo hubieses recorrido, sin océano no valorarías su existencia tal vez, y sin mi no hubieses aprendido tanto a través de las horas. Entonces sólo busca que el agua del mar moje tus pies cuando se cansen de avanzar, que la distancia que cubran tus pies, sea cada día mayor, y deja que yo haga mi trabajo, que para eso soy eterno, tú verás sus frutos al ver crecer flores en la luna, al ver que el océano no se ha tragado el sol, que te lo devolverá al amanecer. La niñita se sentó, se tomó la cara con las manos, y la distancia le besó la frente, le regalaron el don de la paciencia, envuelto en un beso. El tiempo tomó a la distancia de la cintura, y el bandoneón aullaba su tango nuevamente, la niñita los observaba, y el océano le besaba los pies. En la noche de la luna y el sol, el silencio se dejó llevar, la luna callada le sonreía, y quien la iluminaba dormía en paz.

Se escuchan los tambores lejanos


Se escuchan los tambores lejanos, vienen desde el final del camino, suenan alrededor de la hoguera, mientras ellos danzan en un mismo círculo decadente y mediocre, ellos son pálidos, flacos, con unos ojos negros enormes, inertes, llenos de ira y de soledad; pero ellos bailaban, y estaban todos reunidos allí, estaba la miseria, estaba el despecho, estaba el odio, la discriminación, la inseguridad... Era una fiesta perversa, que estaba siendo coronada por algo tan aborrecible como apetecible por éstos seres, tenían en la hoguera, maniatada, a la esperanza. La esperanza con sus trajes rasgados, se mantenía quieta, mientras se veía desvanecer, mientras perdía poco a poco su esencia. Habían arrojado su arpa al fuego, quemando con ella su música. Y seguían danzando, seguían buscando el momento más oportuno para arruinar todo para todos, porque si lograban matar a la esperanza, lograban matar a sus peores enemigos. Lograban arrancar de los mismos centros de la tierra la belleza que trae a la vida cotidiana algo tan frágil como imprescindible. Y en esa noche de niebla, la criatura ahogaba sus golpes y sus jugos babeados, sus mismas lágrimas, su misma sangre, mezclaba todo en un soplido que enterraba en unos ojos. Mientras ellos danzaban y danzaban alrededor de la hoguera con la locura de quién no busca nada, de quién ya no encuentra porque no quiere, porque son odio inseguridad miseria entre otros los comensales, que planeaban abrir a la esperanza y sacarle el corazón, para que la criatura pueda alimentarse con él, mientras observaba excitada desde su roca helada, mientras se mezclaban en su boca y en sus manos los flagelos de la humanidad, los restos de algo que una vez fue, que una vez tuvo luz. Y la esperanza comenzaba a marearse por el humo, comenzaba a sentirse morir, a caer sobre sus manos, que al estar atadas a un poste de madera, la obligaban a seguir en pie, mientras lentamente comenzaba a caer en la inconciencia, en ese estado donde ya nada depende de nosotros. Entonces el desprecio la escupió, mientras reía con los ojos inyectados de espera. Y el odio decidió que era tiempo ya, decidieron desatarla luego de pelear entre ellos, luego de aullar y patearse una y otra vez, luego de mostrar ese desagradable espectáculo, que era el único que eran capaces de dar. Desataron a la esperanza y la colocaron en el piso, en forma muy brusca. La criatura aulló de placer y éxtasis, mientras la veía tendida semiconsciente en la tierra húmeda. Todos voltearon hacia ella luego de ese aullido, y uno de ellos le ofreció el puñal que usarían para abrir su pecho. La criatura descendió de su roca, avanzó hacia ellos con paso lento y a la vez presuroso, tratando de disimular su apuro en terminar todo, sus ganas de saborear ese corazón del que se alimentaría. Entonces como si el mismo universo se hubiese enojado, o entristecido tal vez, rompió a llover como nunca antes nadie había visto llover. El agua mojó la cara de la esperanza, que en pánico comenzó a reptar lejos del lugar, sin por supuesto, siquiera avanzar dos metros, ya que su cuerpo cansado ya había soportado demasiado y no podría alejarse más, la criatura la tomó de un tobillo, arrastrándola hacia ella, y mientras la sostenía con sus dos manos enormes, lamió su cara extasiada, observando su banquete, observando la luz que se apropiaría. Los demás observaban a una prudente distancia, saltando y gritando a salvo del agua, divirtiéndose, como asistiendo al rito y a la fiesta, formando parte de esto. La esperanza intentó zafarse, pero no pudo, no tenía fuerzas, la lluvia no cesaba, y con cada gota de agua, la tierra se volvía más lodosa, se volvía más sucio todo ese acto. Finalmente la criatura le arrancó la ropa, y comenzó a tocarla, comenzó a lamer sus pechos, mordió un pezón y lo arrancó tragándolo entero, mientras excitada escuchaba a la esperanza llorar, rogar. La esperanza le rogaba piedad. Eso era para la criatura un placer que jamás hubiese imaginado tener. Entonces la poseyó, hasta que sus jugos llenaron su vientre y su baba quedó desparramada en el blanco pecho manchado de sangre y tierra. Excitados, gritaban aún más los comensales, que esperaban ansiosamente los restos del festín. La criatura alzó el puñal, luego de recuperarse de esa placentera sensación, que consentiré llamar orgasmo, aunque algo tan bello no deba atribuirse a alguien tan despreciable. El plateado metal se hundió en el pecho de la esperanza con mucha facilidad, mientras ésta le daba una última ojeada al mundo. La criatura con sus manos tomó el corazón y corriendo con él bajo el brazo volvió a su roca, donde comenzó a masticarlo a salvo del agua. Los invitados salieron de su refugio, y devoraron los restos de ese cuerpo ultrajado. La fiesta siguió hasta el amanecer, en ese rincón del mundo dónde nadie más que la oscuridad reina al fin.